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Archive for the category “Embedded Readings from Literature”

Lord of the Flies: Chapter 7

Below are a series of versions of Chapter 7 of the novel Lord of the Flies.  The base reading and versions 2 and 3 also include activities that align with the readings.   Version 4 and the original do not.   If it’s been a while since you’ve read the novel, a peek at this chapter might entice you to pick it back up again!!

 

Lord of the Flies Chap 7 Base reading and questions

 

Lord of the Flies Chap 7 Version 2 and activities

 

Lord of the Flies Chap 7 Version 3 and activities

 

Lord of the Flies Chap 7 Version 4

 

Lord of the Flies Chap 7 Original

 

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El Cuco by Erin Bas

Erin teaches in Chattanooga, TN and shared this Spanish reading with us.

She writes “I just wanted to share a reading I made for el Cuco.  I wanted to teach “El cuco” by Cienfue for my monsters unit, and I came across the lullaby in my research.  The embedded reading I created uses the structures “viene” and “dormirse,””

I’m excited for school to begin so that I can use it!  Hope that other Spanish teachers can too!

 

Here is Erin’s PowerPoint: El cuco-1 Erin Bas

(Please contact the author or this site before sharing.)

 

 

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La Casa Tomada from Carrie

Carrie Toth has posted an Embedded Reading adaption of “La Casa Tomada” by Julio Cortazar on her website Somewhere to Share.

Check out how one small section from the middle of the piece becomes an intriguing introduction to the base reading.    Very Cortazar!

Thanks for sharing Carrie!

 

 

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Chac Mool from Kristy

Kristy Placido has posted her Embedded Reading for the short story “Chac Mool’ by Carlos Fuentes.  Check out how she has used visuals in the base story in order to enhance comprehensibility!  Thanks for sharing Kristy.  Chac Mool.  

 

 

 

 

 

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La Conciencia (Ana Maria Matute)

The following post, La Conciencia (Ana Maria Matute) is a very popular post on this site.  We would love to know if it has been helpful for you, and how.  If you are using/have used this post, would you please  leave a comment below?  All comments are moderated and will not appear unless approved.  We will not post the comments, but will use them to create other posts that teachers find useful.

 

Below is an Embedded Reading for the wonderful short story “La Conciencia” by Ana Maria Matute created for students at the University School of Milwaukee.

“La Conciencia”  Historias de la Artámila  © Ana Maria Matute

© Ediciones Destino  Barcelona, Spain 1961

All credit and rights belong to the aformentioned.

You can find the original version of the story in many locations including this site.
(the last version below is NOT the original but would be used just before reading the original piece.)

You’ll notice that one change from level to level will be the use of synonyms to help students navigate from a simpler version of the story to the original.

Base Versión  LA CONCIENCIA por Ana María Matute

 

No podría resistir la presencia del vagabundo.  No comprendía la tolerancia de Antonio con aquel hombre.

El vagabundo pidió hospitalidad por una noche.  Ella oyó su llamada en la puertecilla:

_Posadera …

El hombre viejo estaba allí.

_Dios le refugie … _ empezó a decir. Pero el vagabundo le miraba.

Muchos hombres pedían refugio. El vagabundo empezó a recitar: “Por una noche, que le dejaran dormir y un pedazo de pan … “. Mariana oyó la lluvia que llegaba antes de la tormenta.

_Estoy sola _ dijo Mariana _. Mi esposo no está. Vete, y que Dios te ayude.

Pero el vagabundo se puso su sombrero, y dijo:

_Soy un pobre viejo, posadera….

_Bueno _ dijo _Pero sólo por esta noche….

Mariana fue a acostarse. Durante la noche escuchó la tormenta.

A la mañana se quedó sorprendida. Sentado a la mesa, el vagabundo desayunaba.

Le dijo con la rabia, _ ¿ Cómo no se ha marchado?

El vagabundo se había levantado. Mariana quiso decir algo más, pero no pudo. El viejo la miraba. Ella salió de la cocina.  La lluvia había cesado. Oyó el viejo:

_Quisiera hablar, señora posadera…. Yo sé mucho. Yo estaba allí. Yo lo vi, Lo vi, con estos ojos

_¿Qué dices,? _ dijo Mariana_.

Ledijo el vagabundo._ No quieres que sepa tu marido…. _

Mariana se volvió. “¿Qué es lo que sabe … ? ¿Qué es lo que vio?” Le miró, con miedo. El viejo sonreía.

_Me quedaré un tiempo.

Mariana echó a correr. Al borde del pozo se paró. El  corazón latía fuerte.

Luego, llegó Antonio. En el pueblo Antonio tenía fama de rico. “ Y si no lo fuera, “pensaba Mariana “¿me habría casado con él?”. No era difícil comprender por qué se había casado con aquel hombre, que tenía catorce años más que ella, aunque Constantino estaba enamorado de ella. Pero Constantino era un simple granjero. Y ella estaba harta de tener hambre.

Hacía días que el viejo entró en la posada. El primer día Antonio preguntó:

_¿ Y ése, que hace ahí?

_ _ Es tan viejo … dijo ella. Y hace tan mal tiempo …

Antonio no dijo nada. Y ella tenía miedo.¿Qué significó lo vi todo, sí, lo vi con  estos ojos?”

Antonio no limitaba a ignorarle.

Un día, Mariana oyó al viejo. ” Le diré que se vaya.”. Se sentía enferma de miedo. Se dijo: “Si tuviera valor le mataría.  Soy una gran cobarde.”

_Viejo _ exclamó.  _Ven conmigo _le dijo _.

El viejo la siguió hasta el pozo. Le dijo a él:

_ Te vas de  esta casa…

El viejo observó.

_ Vete _ dijo Mariana _.

Él conocía esos ojos. Se dijo. ” Tengo que seguir”.

_Está bien _ dijo _Pero él sabrá todo.

_Ahora mismo _ dijo ella, _Vete … ¡ Ya puedes correr…

El vagabundo sonrió.  Iba a salir, pero, se volvió:

_ Nadie hay en el mundo con la conciencia pura, ni siquiera  los niños.

El viejo vagabundo cerró la puerta tras él, y se volvió a mirarla. Su risa era maligna, al decir:

_Un consejo, posadera: vigila a tu Antonio.

Mariana le vio partir.

 

 

Versión 2  LA CONCIENCIA por Ana María Matute

No podría resistir más la presencia de aquel vagabundo.  No comprendía la tolerancia de Antonio con aquel hombre.

El vagabundo pidió hospitalidad por una noche cuando se batía un viento contra los vidrios de las ventanas. Luego, llegó una calma a la tierra, y ella pensó:

_No me gusta esta calma.

Cuando llegó aquel hombre, oyó su llamada en la puertecilla de la cocina:

_Posadera …

El hombre viejo estaba allí, en actitud de mendigar.

_Dios le refugie … _ empezó a decir. Pero los ojos del vagabundo le miraban.

Muchos hombres pedían refugio en el invierno. El vagabundo empezó a recitar: “Por una noche, que le dejaran dormir y un pedazo de pan … “.

Mariana oyó la lluvia. Una lluvia que llegaba antes de la tormenta.

_Estoy sola _ dijo Mariana _. Mi esposo no está, no quiero gente en casa. Vete, y que Dios te ayude.

Pero el vagabundo se puso su sombrero, y dijo:

_Soy un pobre viejo, posadera….

En aquel momento las dos criadas entraron. Mariana sintió un alivio al verlas.

_Bueno _ dijo _Pero sólo por esta noche….

Mariana fue a acostarse. Duran­te la noche escuchó la tormenta y tuvo un mal dormir.

A la mañana se quedó sorprendida. Sentado a la mesa, el vagabundo desayunaba.

A la criada_ dijo con la rabia, _ ¿ Cómo no se ha marchado?

El vagabundo se había levantado.

_Señora _ dijo _, “usted dijo: “Que le den una cama y que le den de comer.” Yo lo oía… “

Mariana quiso decir algo, pero no pudo. El viejo la miraba. Ella salió de la cocina.  La lluvia había cesado. La hierba estaba mojada.  Oyó el viejo:

_Quisiera hablar, señora posadera…. Yo soy vagabundo … los  vagabundos saben mucho. Yo estaba allí. Yo lo vi, Lo vi, con estos ojos

_¿Qué dices,? _ dijo Mariana_. ¡Mi marido no aguanta bromas de nadie!

_Ya lo sé! _dijo el vagabundo._ No quieres que sepa …. _

Mariana se volvió. “¿Qué es lo que sabe … ? ¿Qué es lo que vio?” Le miró, con miedo. El viejo sonreía.

_Me quedaré un tiempo: sí, hasta que la lluvia salga.

Mariana echó a correr. Al borde del pozo se paró. El  corazón latía fuerte.

Luego, llegó Antonio con el carro. En el pueblo Antonio tenía fama de rico. “Fama de rico”, pensaba Mariana. “ Y si no lo fuera, ¿me habría casado con él?”. No, no era difícil comprender por qué se había casado con aquel hombre, que tenía catorce años más que ella. Ella era guapa.  Aún pensaba Constantino, que estaba enamorado de ella. Pero Constantino era un simple granjero, como ella. Y ella estaba harta de tener hambre. Por eso se casó con Antonio.

Hacía días que el viejo entró en la posada. El primer día Antonio preguntó:

_¿ Y ése, que hace ahí?

_ _ Es tan viejo … dijo ella. Y hace tan mal tiempo …

Antonio no dijo nada. Y ella tenía miedo.¿Qué significó lo vi todo, sí, lo vi con  estos ojos?”

Y lo extraño es que Antonio no limitaba a ignorarle.

Aquella tarde Antonio se marchaba. Mariana oyó al viejo. Mariana sentía frío. “Ya no puedo más.. Le diré que se vaya.”. Se sentía enferma de miedo. La sola idea le hacía temblar.

Fue a la cocina. El viejo dormitaba. Le contempló, y se dijo: “Si tuviera valor le mataría.  Soy una gran cobarde.”

_Viejo _ exclamó.  El vagabundo abrió uno de sus ojos.  _Ven conmigo _le dijo _.

El viejo la siguió hasta el pozo. Le dijo a él:

_ Te vas de  esta casa…

El viejo no dijo nada por unos segundos.

_¿Cuándo vuelve el señor posadero?

Mariana estaba blanca. El viejo observó.

_ Vete _ dijo Mariana _.

Él conocía esos ojos. “Ya no hay nada que hacer”, se dijo. ” Tengo que seguir”.

_Está bien _ dijo _Pero él sabrá todo.

Mariana estaba pálida.  El viejo tuvo un ligero temor:  “Esta es capaz de hacer algo gordo.”

_Bueno _ dijo _. Me voy … No lo olvidaré.

_Ahora mismo _ dijo ella, _Vete … ¡ Ya puedes correr…

El vagabundo sonrió.  Iba a salir, pero, se volvió:

_Llevo  muchos años de camino.  Nadie hay en el mundo con la conciencia pura, ni siquiera  los niños. Mira a un niño a los ojos, y dile: “¡Lo sé todo! Anda con cuidado … “. Y el niño temblará.

Mariana sintió algo extraño, como algo roto, en el corazón. No sabía si era amargo, o lleno de una violenta alegría. El viejo vagabundo cerró la puerta tras él, y se volvió a mirarla. Su risa era maligna, al decir:

_Un consejo, posadera: vigila a tu Antonio. Sí: el señor posadero también tiene motivos para permitir en su casa a los viejos sin trabajo.

La niebla, por el camino, se espesaba. Mariana le vio partir, hasta perderse en la distancia.

 


Versión 3  LA CONCIENCIA por Ana María Matute

 Estaba convencida de que no podría resistir más la presencia de aquel vagabundo. Acabar de una vez; no podía soportar su tiranía. Lo que no comprendía era la tolerancia de Antonio para con aquel hombre. Era extraño.

El vagabundo pidió hospitalidad por una noche cuando se batía un viento que azotaba los vidrios de las ventanas. Luego, el viento cesó. Llegó una calma a la tierra, y ella pensó:

_No me gusta esta calma.

Cuando llegó aquel hombre, oyó su llamada en la puertecilla de la cocina:

_Posadera …

El hombre viejo estaba allí, con el sombrero en la mano, en actitud de mendigar.

_Dios le refugie … _ empezó a decir. Pero los ojos del vagabundo le miraban de un modo extraño.

Muchos hombres como él pedían refugio, en el invierno. Pero aquel hombre la asustó. El vagabundo empezó a recitar: “Por una noche, que le dejaran dormir y un pedazo de pan:  Llegaba la tormenta … “.

Mariana oyó la lluvia contra la puerta. Una lluvia  que llegaba antes de la tormenta.

_Estoy sola _ dijo Mariana _. Cuando mi esposo no está, no quiero gente desconocida en casa. Vete, y que Dios te ayude.  Pero el vagabundo se puso su sombrero, y dijo:

_Soy un pobre viejo, posadera. Pido poco…

En aquel momento las dos criadas entraron. Venían de la huerta y Mariana sintió un alivio al verlas.

_Bueno _ dijo _. Está bien … Pero sólo por esta noche. Que mañana no te encuentre aquí…

Mariana fue a acostarse. Duran­te la noche la tormenta azotó las ventanas y tuvo un mal dormir. A la mañana, al bajar, se quedó sorprendida. Sentado a la mesa, el vagabundo desayunaba: huevos fritos, un trozo de pan, … Mariana sintió ira, tal vez con el temor, y se enfrentó con la criada:

_ ¿ Cómo no se ha marchado?

La rabia la dominaba. La criada se quedó con la boca abierta. El vagabundo se había levantado.

_Señora _ dijo _, usted dijo anoche: “Que le den al pobre viejo una cama y que le den de comer cuanto pida”. Yo lo oía…

Mariana quiso decir algo, pero no pudo. El viejo la miraba. Ella salió por la puerta de la cocina. El día amaneció gris, pero la lluvia había cesado. La hierba estaba mojada, y lejos la carretera se desaparecía en una neblina. Oyó el viejo:

_Quisiera hablar, señora posadera…. Yo soy vagabundo … pero a veces, los  vagabundos saben mucho. Yo estaba allí. Yo lo vi, Lo vi, con estos ojos

_¿Qué dices,? _ dijo Mariana_. ¡Mi marido llegará con el carro, y no aguanta bromas de nadie!

_Ya lo sé que no aguanta bromas de nadie! _dijo el vagabundo. No quieres que sepa … lo que yo vi aquel día.

Mariana se volvió rápidamente. Su corazón latía. “¿Qué es lo que sabe … ? ¿Qué es lo que vio?” Le miró, con odio y miedo. El viejo sonreía.

_Me quedaré un tiempo: sí, hasta que la lluvia salga.  Porque soy viejo…

Mariana echó a correr. Al borde del pozo se paró. El corazón latía fuerte.

Aquél fue el primer día. Luego, llegó Antonio con el carro. Antonio tenía el único comercio ­de la aldea. Su casa estaba a la entrada del pueblo. En el pueblo Antonio tenía fama de rico. “Fama de rico”, pensaba Mariana. Desde llegada del vagabundo, estaba pálida. “ Y si no lo fuera, ¿me habría casado con él?”. No, no era difícil comprender por qué se había casado con aquel hombre, que tenía catorce años más que ella. Un hombre antipático. Ella era guapa. Sí: todo el pueblo decía que era guapa. También Constantino, que estaba enamorado de ella. Pero Constantino era un simple granjero, como ella. Y ella estaba harta de tener hambre. Sí; estaba harta. Por eso se casó con Antonio.

Mariana sentía extraña. Hacía días que el viejo entró en la posada. El primer día Antonio preguntó:

_¿ Y ése, que hace ahí?

_Me dio lástima _ dijo ella. Es tan viejo …  Y hace tan mal tiempo …

Antonio no dijo nada. Y ella tenía miedo. Si el viejo vio algo las noches que iba Antonio no estaba… “. ¿Qué significó lo vi todo, sí, lo vi con  estos ojos?”

Ya no podía más. Y lo extraño es que Antonio no limitaba a ignorarle. Aquella tarde Antonio se marchaba. Mariana oyó al viejo con la criada. Mariana sentía frío. “Ya no puedo más.. Le diré que se vaya. La vida no es vida así“. Se sentía enferma de miedo. La sola idea le hacía temblar.

Ella fue a la cocina. El viejo dormitaba. Le contempló, y se dijo: “Si tuviera valor le mataría”. Pero sabía que no podía hacerlo. “Soy una gran cobarde.”

_Viejo _ exclamó. Aunque habló en voz quieta, el vagabundo abrió uno de sus ojos. “No dormía”__, se dijo Mariana.

_Ven conmigo _le dijo _.

El viejo la siguió hasta el pozo. Le dijo a él:

_ Puedes decirle todo a mi marido, si quieres. Pero, te vas de  esta casa…

El viejo no dijo nada por unos segundos.

_¿Cuándo vuelve el señor posadero?

Mariana estaba blanca. El viejo observó su rostro hermoso.

_ Vete _ dijo Mariana _.

Sí: Estaba decidida y desesperada. Él conocía esos ojos. “Ya no hay nada que hacer”, se dijo. ” Acabaron las comidas. Tiene que seguir”.

_Está bien _ dijo _. Me iré. Pero él sabrá todo.

Mariana estaba aún más pálida. De pronto, el viejo tuvo un ligero temor:  “Esta es capaz de hacer algo gordo.” Sintió piedad. Era joven, aún, y hermosa.

_Bueno _ dijo _. Me voy … ¿qué le vamos a hacer? Claro que pasé muy tiempo aquí. … No lo olvidaré. Me voy.

_Ahora mismo _ dijo ella, de prisa _Vete … Ya puedes correr…

El vagabundo sonrió. Recogió sus cosas. Iba a salir, pero, se volvió:

_Naturalmente, señora posadera.  Llevo  muchos años de camino.  Nadie hay en el mundo con la conciencia pura.  Anda con cuidado … “.

Mariana sintió algo extraño. No sabía lo que era.  El viejo vagabundo cerró la puerta tras él, y se volvió a mirarla. Su risa era maligna, al decir:

_Un consejo, posadera: vigila a tu Antonio. Sí: el señor posadero tiene motivos para permitir en su casa a los viejos. ¡Motivos muy buenos!

La niebla, por el camino, se espesaba. Maraina le vio partir, hasta perderse en la lejanía.

 

 

 

 

 

 

Version 4:  LA CONCIENCIA por Ana María Matute

Ya  no podía más. Estaba convencida de que no podría resistir más la presencia de aquel odioso vagabundo. Estaba decidida a terminar. Acabar de una vez; no podía soportar su tiranía. Llevaba días en aquella lucha. Lo que no comprendía era la tolerancia de Antonio para con aquel hombre. No: verdaderamente, era extraño.

El vagabundo pidió hospitalidad por una noche: la noche del Miércoles de ceniza,  cuando se batía el viento arrastrando un polvo negro, que azotaba los vidrios de las ventanas con un sonido árido. Luego, el viento cesó. Llegó una calma a la tierra, y ella pensó, mientras ajustaba las puertas de las ventanas:

_No me gusta esta calma.

Efectivamente, no había echado el pasador de la puerta cuando llegó aquel hombre. Oyó su llamada en la puertecilla de la cocina:

_Posadera …

Mariana tuvo un sobresalto. El hombre viejo estaba allí, con el sombrero en la mano, en actitud de mendigar.

_Dios le ampare … _ empezó a decir. Pero los ojos del vagabundo le miraban de un modo extraño. De un modo que le cortó las palabras.

Muchos hombres como él pedían amparo, en las noches de invierno. Pero algo había en aquel hombre que la asustó sin motivo. El vagabundo empezó a recitar su cantinela: “Por una noche, que le dejaran dormir y un pedazo de pan: no pedía más. Se anunciaba la tormenta … “.

Afuera, Mariana oyó el redoble de la lluvia contra la puerta de madera. Una lluvia sorda, gruesa; anuncio de la tormenta.

_Estoy sola _ dijo Mariana _. Quiero decir … cuando mi marido no está, no quiero gente desconocida en casa. Vete, y que Dios te ampare.

Pero el vagabundo se estaba quieto, mirándola. Se puso su sombrero, y dijo:

_Soy un pobre viejo, posadera. Pido poco: un pedazo de pan …

En aquel momento las dos criadas, Marcelina y Sa­lomé, entraron. Venían de la huerta, con los delantales sobre la cabeza. Mariana sintió un alivio al verlas.

_Bueno _ dijo _. Está bien … Pero sólo por esta noche. Que mañana no te encuentre aquí…

El viejo dijo un extraño romance de gracias.   Mariana subió la escalera y fue a acostarse. Duran­te la noche la tormenta azotó las ventanas de la alcoba y tuvo un mal dormir.

A la mañana, al bajar a la cocina, daban las ocho en el reloj. Sólo entrar se quedó sorprendida. Sentado a la mesa, tran­quilo, el vagabundo desayunaba en abundancia: huevos fritos, un trozo de pan, vino … Mariana sintió un golpe de ira, tal vez mezclado con el temor, y se enfrentó con Salomé, que, tranquilamente trabajaba:

_jSalomé! _ dijo, y su voz le sonó dura_. ¿Quién te ordenó dar a este hombre … y cómo no se ha marchado?

Sus palabras se cortaban por la rabia que la dominaba. Salomé se quedó boquiabierta, con la cuchara en alto, que goteaba.

_Pero yo … _ dijo _. Él me dijo …

El vagabundo se había levantado y se limpiaba los labios contra la manga.

_Señora _ dijo _, señora, usted no recuerda … usted dijo anoche: “Que le den al pobre viejo una cama y que le den de comer cuanto pida”. ¿No lo dijo anoche la señora posadera? Yo lo oía… ¿O está arrepentida ahora?

Mariana quiso decir algo, pero se le había helado la voz. El viejo la miraba, con sus ojos penetrantes. Dio media vuelta, y salió por la puerta de la cocina, hacia el huerto. El día amaneció gris, pero la lluvia había cesado. Mariana tembló de frío. La hierba estaba mojada, y lejos la carretera se desaparecía en una neblina. Oyó detrás de ella el viejo:

_Quisiera hablarle algo, señora posadera….

Mariana siguió inmóvil, mirando hacia la carretera.

_Yo soy vagabundo … pero a veces, los  vagabundos se enteran de las cosas. Sí: yo estaba  allí. Yo lo vi, señora posadera. Lo vi, con estos ojos

Mariana no pudo decir nada.

_¿Qué dices,? _ dijo _. ¡Te digo que mi marido llegará con el carro, y no aguanta bromas de nadie!

_Ya lo sé que no aguanta bromas de nadie! _dijo el vagabundo. Por eso , no querrá que sepa … nada de lo que yo vi aquel día.

Mariana se volvió rápidamente. La ira había desaparecido. Su corazón latía. “¿Qué es lo que sabe … ? ¿Qué es lo que vio?” Pero no dijo nada, le miró, con odio y miedo. El viejo sonreía.

_Me quedaré un tiempo: sí, para reponer fuerzas, hasta que vuelva el sol. Porque soy viejo y tengo las piernas muy cansadas….

Mariana echó a correr. El viento le daba en cara. Al borde del pozo se paró. El  corazón parecía salírsele del pecho.

Aquél fue el primer día. Luego, llegó Antonio con el carro. Antonio subía mercancías de Palomar. Además de posaderos, tenían el único comercio ­de la aldea. Su casa, rodeada por el  huerto, estaba a la entrada del pueblo. En el pueblo Antonio tenía fama de rico. “Fama de rico”, pensaba Mariana, inquieta. Desde llegada del odioso vagabundo, estaba pálida. “ Y si no lo fuera, ¿me habría casado con él?”. No, no era difícil comprender por qué se había casado con aquel hombre brutal, que tenía catorce años más que ella. Un hombre antipático y solitario. Ella era guapa. Sí: todo el pueblo lo sabía y decía que era guapa. También Constantino, que estaba enamorado de ella. Pero Constantino era un simple granjero, como ella. Y ella estaba harta de pasar hambre, y trabajos, y tristezas. Sí; estaba harta. Por eso se casó con Antonio.

Mariana sentía un temblor extraño. Hacía días que el viejo entró en la posada. El primer día Antonio preguntó:

_¿ Y ése, que hace ahí?

_Me dio lástima _ dijo ella. Es tan viejo …  Y hace tan mal tiempo …

Antonio no dijo nada. Le pareció que  iba a echarle de allí. Y ella tenía miedo. Sí: tenía mucho miedo …”Si el viejo vio a Constantino subir al castaño, bajo ventana. Si le vio saltar a la habitación, las noches que iba Antonio con el carro, de camino … “. ¿Qué quería decir con aquello de lo vi todo, sí, lo vi con  estos ojos?”

Ya no podía más. El viejo no se limitaba a vivir en la casa. Había empezado a pedir dinero, también. Y lo extraño es que Antonio no volvió a hablar de él. Se limitaba a ignorarle. María sentía sus ojos grandes y negros, y temblaba.

Aquella tarde Antonio se marchaba a Palomar. Estaba terminando de poner los mulos al carro, y oía las voces del viejo mezcladas a las de Salomé. Mariana sentía frío. “Ya no puedo más. Vivir así es imposible. Le diré que se vaya. La vida no es vida con esta amenaza”. Se sentía enferma de miedo. Lo de Constantíno había cesado. Ya no podía verlo. La sola idea le hacía temblar. Sabía que Antonio la  mataría. Le conocía bien.

Cuando vio el carro en la carretera bajó a la cocina. El viejo dormitaba junto al fuego. Le contempló, y se dijo: “Si tuviera valor le mataría”. Allí estaban las tenazas, a su alcance. Pero sabía que no podía hacerlo. “Soy una gran cobarde y tengo amor a la vida”. Esto la perdía: “Este amor a la vida … “.

_Viejo _ exclamó. Aunque habló en voz quieta, el vagabundo abrió uno de sus ojos maliciosos. “No dormía”__, se dijo Mariana. ” Es un viejo zorro”.

_Ven conmigo _le dijo _. Te tengo que hablar.

El viejo la siguió hasta el pozo. Allí Mariana se volvió  a mirarle.

_Puedes hacer lo que quieras. Puedes decirle todo a mi marido, si quieres. Pero, te vas de  esta casa, en seguida …

El viejo no dijo nada por unos segundos. Luego, sonrió.

_¿Cuándo vuelve el señor posadero?

Mariana estaba blanca. El viejo observó su rostro hermoso. Había perdido peso.

_ Vete _ dijo Mariana _. Vete en seguida.

Sí: en sus ojos lo leía el vagabundo, Estaba decidida y desesperada. Él tenía experiencia  y conocía esos ojos. “Ya no hay nada que hacer”, se dijo. “Ha terminado el buen tiempo. Acabaron las comidas, el  abrigo. Adelante viejo. Tiene que seguir”.

_Está bien _ dijo _. Me iré. Pero él sabrá todo.

Mariana seguía en silencio. Estaba aún más pálida. De pronto, el viejo tuvo un ligero temor:  “Esta es capaz de hacer algo gordo.” Sintió piedad. Era joven, aún, y hermosa.

_Bueno _ dijo _. Ha ganado la señora posadera. Me voy … ¿qué le vamos a hacer? Claro que pasé muy tiempo aquí. … No lo olvidaré. Me voy.

_Ahora mismo _ dijo ella, de prisa _. vete … ¡Y ya puedes correr, si quiere alcanzarle a él! Ya puedes correr…

El vagabundo sonrió. Recogió sus cosas. Iba a salir, pero, se volvió:

_Naturalmente, señora posadera, yo no vi nada. Vamos: ni siquiera sé si había algo que ver. Pero llevo  muchos años de camino.  Nadie hay en el mundo con la conciencia pura, ni siquiera  los niños. Mira a un niño a los ojos, y dile: “¡Lo sé todo! Anda con cuidado … “. Y el niño temblará.

Mariana sintió algo extraño, como algo roto, en el corazón. No sabía si era amargo, o lleno de una violenta alegría. No lo sabía.  El viejo vagabundo cerró la puerta tras él, y se volvió a mirarla. Su risa era maligna, al decir:

_Un consejo, posadera: vigila a tu Antonio. Sí: el señor posadero también tiene motivos para permitir en su casa a los viejos sin trabajo. ¡Motivos muy buenos, por el modo como me miró!

La niebla, por el camino, se espesaba. Mariana le vio partir, hasta perderse en la lejanía.

 

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La Noche Boca Arriba…continued

*All of the versions of this story are created from “La Noche Boca Arriba” by Julio Cortazar.

“La Noche Boca Arriba”  Final del Juego Julio Cortazar ©1956

All credit and rights belong to the author.

La Noche Boca Arriba

Version 4

Por Julio Cortazar

Una versión cortada….

En el pasillo del hotel él pensó que era tarde y se apuró para llegar a la calle y sacar la motocicleta.  Vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo adónde iba.

Montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba y un viento le movía los pantalones.

Entraba en la parte más agradable del trayecto: una calle larga, con poco tráfico y amplias villas con los jardines.

Tal vez  algo le impidió prevenir el accidente…Cuando vio a la mujer en la esquina, ya era tarde para las soluciones.

Frenó, oyó el grito de la mujer, y con el choque perdió la visión. Fue como dormirse.  Volvió del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Le dolía una rodilla y gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo.

Voces lo hablaban con bromas y seguridades.  Su alivio fue oír que era culpa suya. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea.

Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia, supo que la mujer del accidente no tenía más que rasguños.  Le da de beber algo que lo alivió en la oscuridad de la farmacia.

La ambulancia llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo acostarse. Bajo los efectos de un shock terrible, dio su información al policía. El brazo casi no le dolía; de una cortadura goteaba sangre.

Se sentía bien, era un accidente, nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía arruinada. …….Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al hospital y le deseó suerte.

Ya la náusea volvía; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas, cerró los ojos y deseó estar dormido.  Pero tuvo que llenar un papel, le quitaron la ropa y le vistieron con una camisa.

Le movían el brazo. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, pero tenía las contracciones del estómago y no sentía muy bien. Lo llevaron a la sala de radio, y  después, pasó a la sala de operaciones.

Alguien miró la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza,  lo pasaban de una camilla a otra. El hombre se le acercó otra vez , con algo que le brillaba en la mano. Le tocó la mejilla……

Era curioso porque había olores y él nunca soñaba olores. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia como la noche.  Tenía que huir de los aztecas que andaban, y su única probabilidad era la de esconderse en la selva, cuidando de no separarse de la calzada. 

El olor lo torturaba. “Huele a guerra”, pensó, tocando el puñal de piedra en su ceñidor de lana. Un sonido lo hizo quedar inmóvil. Tener miedo no era extraño. Esperó, en la noche sin estrellas.  Muy lejos estaban fuegos; un resplandor rojizo teñía el cielo. El sonido no se repitió. Tal vez un animal que escapaba de la guerra.

Se levantó despacio. No se oía nada, pero el miedo seguía allí.  Tenía que seguir, llegar al corazón de la selva.  Quisiera echar a correr, pero el miedo palpitaba a su lado. Entonces sintió el olor y saltó hacia adelante. 

 

-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque amigo. – Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales. Trataba de sonreír a su vecino. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato.  Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua.

La fiebre regresó despacio y podía dormirse otra vez, pero disfrutaba estar despierto …. escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de vezen cuando a una pregunta.

Vio llegar un carrito a su cama, una enfermera le clavó una aguja conectada con un tubo ….. Un médico vino con un aparato de metal….. para verificar alguna cosa.

Caía la noche, y estaba en un estado donde las cosas eran dulces y a la vez  repugnantes, cuando es difícil saber que hacer.

Vino una taza de caldo … Un trocito de pan le dio poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente la ceja le molestaba a veces…..y sentía los latidos de su corazón.

Primero fue una confusión….. Comprendía que estaba corriendo en la oscuridad, “La calzada”, pensó. “Me salí de la calzada.” Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y los arbustos le rasguñaron el torso y las piernas. Tal vez la calzada estaba cerca. Nada podía ayudarlo.

La mano…. subió hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo los labios murmulló la oración …. a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas.

La guerra llevaba tres días y tres noches. Si se quedara en la selva  quizá los guerreros no le siguieron…. Pensó en los prisioneros que ya capturarían.  Pero la cantidad no contaba.  La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal. Todo tenía su fin. 

Oyó los gritos y se levantó, puñal en mano. Vio antorchas moviéndose, muy cerca. El olor era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en ponerle la piedra en el pecho. Ya lo rodeaban los gritos ……

 

-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba.  Tome agua y duerma bien. – ….Una lámpara velaba en la pared como un ojo. Se oía toser, respirar fuerte, una  voz baja. Se puso a mirar el yeso del brazo…….. Le habían puesto una botella de agua en la mesa de noche…. Distinguía ahora las formas de la sala. Ya no debía tener  fiebre. La ceja casi no le dolía .

Se vio saliendo del hotel.  Quién sabía lo que iba a pasar? Trataba de recordar el accidente…..pero no podía ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que había durado una eternidad. ..como pasar distancias inmensas.

El choque. ….. Con el dolor del brazo roto, la sangre, la contusión en la rodilla, todo eso.  Ahora volvía el sueño.  La almohada era tan blanda.  Quería descansar, sin las pesadillas. La luz de la lámpara se apagaba poco a poco.

Como dormía de espaldas, no lo sorprendió despertarse en la misma posición, pero la humedad  le cerró la garganta. Inútil abrir los ojos; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso levantarse….. Estaba en el piso, en un suelo húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda .

Buscó el contacto con su amuleto, y supo que se lo arrancaron.   Ahora estaba perdido, nada podía salvarlo.  Oyó la fiesta.  Estaba en el templo a la espera de su turno.  Oyó gritar, un grito que rebotaba en las paredes. Otro grito. Era él que gritaba, gritaba, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo inevitable.

Pensó en sus compañeros … Gritó de nuevo….. se abrieran los ojos, con un esfuerzo interminable.  Luchó por escaparse. Su brazo derecho tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable.

Vio abrirse la puerta, y el olor de las antorchas le llegó.  Los hombres se le acercaron. Las luces se reflejaban en los torsos, en el pelo negro.  Lo agarraron manos calientes y duras; se sintió levantado, siempre boca arriba… por los cuatro hombres que lo llevaban.

Las antorchas iban adelante, alumbrando el corredor y el techo bajo.  Ahora lo llevaban, era el final. Lo llevaban oca arriba. Cuando en vez del techo viera las estrellas … sería el fin. Andaban llevándolo …….. y él no tenía el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de su vida. 

Salió de un brinco al hospital….. Pensó que había gritado, pero sus vecinos dormían. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra de los ventanales.  Respiró fuerte para olvidarse de imágenes.

Cada vez que cerraba los ojos las veía.  Cuando los abrió, estaba contento de saber que ahora estaba despierto, que pronto iba a amanecer.  Buscaba el buen sueño, pero no quería cerrar los ojos. Le costaba mantener los ojos abiertos, el deseo de dormir era más fuerte que él.  Con la mano sana alcanzó hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, ….. y él, boca arriba, gimió

Los hombres se levantaban.  Desesperadamente cerraba los ojos y los abrían esperando despertarse en el otro lugar…Y cada vez que se abrían era la noche y la luna …. ahora con la cabeza hacia abajo, y vio la piedra y los pies del sacrificado…

Con una última esperanza abrió los párpados, gimiendo. Durante un segundo creyó que lo lograría….Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano.

 Otra vez cerró los párpados, aunque sabía que estaba despierto, que el sueño maravilloso era el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por  una ciudad, con luces verdes y rojas.

 En la mentira de ese sueño también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados. 

La Noche Boca Arriba

Version 5

Por Julio Cortazar

Una versión cortada….

En el largo zaguán del hotel él pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta de donde el portero le permitía guardarla.  En la joyería vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo adónde iba.

Montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento le chicoteaba los pantalones.

Entraba en la parte más agradable del trayecto: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas con los jardines hasta las aceras, demarcadas por setos bajos.

Tal vez su relajamiento le impidió prevenir el accidente…Cuando vio a la mujer en la esquina ……………ya era tarde para las soluciones.

Frenó con el pié y con la mano, oyó el grito de la mujer, y con el choque perdió la visión. Fue como dormirse.  Volvió del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía sal y sangre, le dolía una rodilla y gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo derecho.

Voces que no parecían pertenecer a las caras aparecieron sobre él, y lo hablaban con bromas y seguridades.

Su alivio fue oír que no cometió un error al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea.

Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la mujer del accidente no tenía más que rasguños en las piernas…..Le da de beber un trago que lo alivió en la oscuridad de una pequeña farmacia.

La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo acostarse.

Con lucidez, pero bajo los efectos de un shock terrible, dio su información al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura goteaba sangre por la cara. Una o dos veces se tocó los labios con la lengua para beberla.

Se sentía bien, era un accidente; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. …….Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al hospital y le deseó suerte.

Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas ……….pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido.

Pero lo tuvieron largo rato, llenando un papel, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa ….

Le movían el brazo. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no tuviera las contracciones del estómago se habría sentido muy bien. Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, pasó a la sala de operaciones.

Alguien de blanco se le acercó y  miró la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza,  lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez , con algo que le brillaba en la mano derecha. Le tocó la mejilla……

Era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda empezaba un pantano…… Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia como la noche en que se movía.

Y todo era natural, tenía que huir de los aztecas que andaban, y su única probabilidad era la de esconderse en la selva, cuidando de no separarse de la calzada que sólo ellos, los motecas, conocían. 

El olor lo torturaba, como si aun en el sueño algo se revelara contra eso que no era habitual, que no había participado del juego. “Huele a guerra”, pensó, tocando el puñal de piedra en su ceñidor de lana.

 Un sonido lo hizo quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por ………….. la noche sin estrellas.

Muy lejos, del otro lado del lago, estaban fuegos; un resplandor rojizo teñía el cielo. El sonido no se repitió, como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba del olor a guerra.

Se enderezó despacio, explorando. No se oía nada, pero el miedo seguía allí, ese incienso  de la guerra. Tenía que seguir, llegar al corazón de la selva……. dio algunos pasos.  Quisiera echar a correr, pero el palpitaba a su lado.  En el sendero buscó el rumbo. Entonces sintió una nube del olor y saltó desesperado hacia adelante. 

 

-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque amigo. – Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente en la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato.  Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua.

La fiebre lo iba ganando despacio y podía dormirse otra vez, pero disfrutaba el placer de mantanerse despierto…. escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta.

Vio llegar un carrito blanco al lado de su cama, una enfermera le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo ….. Un médico joven vino con un aparato de metal….. para verificar alguna cosa.

Caía la noche, y la fiebre lo iba … a un estado donde las cosas eran reales y dulces y a la vez  un poco repugnantes, como estar a una película aburrida y pensar que salir es peor, y quedarse.

Vino una taza de caldo … Un trocito de pan le dio poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde lo habían suturado, le molestaba a veces…..y sentía los latidos de su corazón.

Primero fue una confusión….. Comprendía que estaba corriendo en  completa oscuridad, aunque arriba el cielo era menos negro que el resto. “La calzada”, pensó. “Me salí de la calzada.”

Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que los arbustos le rasguñaron el torso y las piernas. Se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la luz del día iba a verla. Nada podía ayudarlo a encontrarla.

La mano…. subió como un escorpión ….hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo los labios murmulló la oración …. a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas.

La guerra florida llevaba ya tres días y tres noches. Si pudiera refugiarse en la selva, abandonando la calzada ….. quizá los guerreros no le siguieron…. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya capturarían.

Pero la cantidad no contaba.  La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba al otro lado de los cazadores. 

Oyó los gritos y se levantó, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara, vio antorchas moviéndose, muy cerca. El olor era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en ponerle la hoja de piedra en el pecho. Ya lo rodeaban los gritos alegres. ……

 

-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé …… Tome agua y va a ver que duerme bien.  ….Una lámpara velaba en la pared como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja.

Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas otras cosas. Se puso a mirar el yeso del brazo…….. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche…. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios. Ya no debía tener  fiebre, sentía fresca. La ceja le dolía apenas.

Se vio otra vez saliendo del hotel.  Quién sabía que la cosa iba a pasar así? Trataba de recordar el momento del accidente…..Entre el choque y el momento en que lo levantaron del suelo, pero no podía ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que esa nada, había durado una eternidad. No, más bien como si él hubiera pasado a través de ….distancias inmensas.

El choque contra el pavimento. ….. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla, todo eso.  Y era raro.  Ahora volvía el sueño.  La almohada era tan blanda.  Quizá pudiera descansar, sin las pesadillas. La luz de la lámpara se iba apagando poco a poco.

Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en la humedad…. le cerró la garganta. Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso levantarse….. Estaba en el piso, en un suelo helado y húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda y las piernas.

Buscó el contacto con su amuleto, y supo que se lo arrancaron.   Ahora estaba perdido, nada podía salvarlo.  Oyó la fiesta.  Estaba en el templo a la espera de su turno.  Oyó gritar, un grito que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito del final inevitable.

Pensó en sus compañeros … Gritó de nuevo, y casi no podía abrir la boca….. se abrieran los ojos, con un esfuerzo interminable.  Luchó por escaparse de las cuerdas. Su brazo derecho tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable.

Vio abrirse la puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. ….. los hombres se le acercaron mirándolo. Las luces se reflejaban en los torsos, en el pelo negro lleno de plumas. ..lo agarraron manos calientes y duras; se sintió levantado, siempre boca arriba… por los cuatro hombres que lo llevaban.

Las antorchas iban adelante, alumbrando el corredor de paredes y techo tan bajo que los hombres debían tocar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo que por momentos se iluminaba con un reflejo de antorcha.

Cuando en vez del techo nacieran las estrellas … sería el fin. El pasadizo ya iba a acabar, de repente olería el aire libre, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin…….. y él no quería, pero no tenía el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de su vida. 

Salió de un brinco al hospital….. Pensó que había gritado, pero sus vecinos dormían. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra de los ventanales.  Respiró fuerte para olvidarse de esas imágenes que pegados a sus párpados.

Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse.  Cuando los abrió, estaba aterrado pero también contento del saber que ahora estaba despierto, que pronto iba a amanecer.  Buscaba el buen sueño profundo de esa hora. Le costaba mantener los ojos abiertos, el deseo de dormir era más fuerte que él.

Hizo un último esfuerzo, con la mano sana alcanzó hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, ….. y él, boca arriba, gimió

Los hombres se levantaban y de la altura una luna…. no quería verla. Desesperadamente se cerraba los ojos y los abrían buscando pasar al otro lado…Y cada vez que se abrían era la noche y la luna …. ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y vio la piedra roja, brillante de sangre…. y los pies del sacrificado…

Con una última esperanza abrió los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama….Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano.

 Otra vez cerró los párpados, aunque ahora sabía que estaba despierto, que el sueño maravilloso era el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por  avenidas de una ciudad, con luces verdes y rojas que ardían sin humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas.

 En la mentira de ese sueño también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados. 

La Noche Boca Arriba

Version 6

Por Julio Cortazar

Una versión cortada….

A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla.

En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adonde iba.

….montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones.

… entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos.

Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente…

Cuando vio que la mujer parada en la esquina ……………

……………………………..ya era tarde para las soluciones fáciles.

Frenó con el pié y con la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe.

Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo derecho.

Voces que no parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades.

Su único alivio fue oír la confirmación de que había estado en su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la garganta.

Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la causante del accidente no tenía más que rasguños en la piernas…..

…. Opiniones, recuerdos, despacio……así va bien y alguien…..le da de beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio.

La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a gusto.

Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla.

Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. …….Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y le deseó buena suerte.

Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas ……….pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o cloroformado.

Pero lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa ….

Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento.

Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa …..puesta sobre el pecho …….pasó a la sala de operaciones.

Alguien de blanco, alto y delgado se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeó la mejilla……………………..

Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas…….

Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas.

Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.

Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se revelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego.

“Huele a guerra”, pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida.

Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por ………….. la noche sin estrellas.

Muy lejos, probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor a guerra.

Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía allí como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida.

Había que seguir, llegar al corazón de la selva……. A tientas…..dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado.

En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante.

-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto, amigazo.  Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala.

Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última a visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas.

Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios….

La fiebre lo iba ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto…. escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta.

Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo ….. Un médico joven vino con un aparato de metal….. para verificar alguna cosa.

Caía la noche, y la fiebre lo iba … a un estado donde las cosas …. como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes, como …..una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor, y quedarse.

Vino una taza de maravilloso caldo de oro… Un trocito de pan, mas precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces…..

Primero fue una confusión….. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. “La calzada”, pensó. “Me salí de la calzada.”

Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas.

……se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla.

La mano…. subió como un escorpión ….hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria …. y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas.

La guerra florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada mas allá ….. quizá los guerreros no le siguieron…. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya habrían hecho.

Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.

Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca.

El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces y los gritos alegres. ……

-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé …… Tome agua y va a ver que duerme bien.

….Una lámpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era …seguro….sin…

Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo…….. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche….

Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto.

Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente…..Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a través de ….distancias inmensas.

El choque, el golpe brutal contra el pavimento. ….. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro.

…… Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.

Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el olor a humedad…. le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta.

Quiso enderezarse….. Estaba estaqueado en el piso, en un suelo de lajas helado y húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda, las piernas…

…..buscó torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado.   Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final. Lejanamente…. oyó los atabales de la fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en ….el templo a la espera de su turno.

Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable.

Pensó en sus compañeros … y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente, casi no podía abrir la boca….. se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable. Convulso…, luchó por zafarse de las cuerdas….. Su brazo derecho, el mas fuerte, tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder.

Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. ….. los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. ..lo aferraron manos calientes, duras como el bronce; se sintió alzado, siempre boca arriba… por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo.

Los portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con un reflejo de antorcha.

Cuando en vez del techo nacieran las estrellas … sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja…….. y él no quería, pero como impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de su vida.

Salió de un brinco a la noche del hospital….. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegados a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada… Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte que él.

Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegados a sus párpados.

Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada…

Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, ….. y él boca arriba gimió … los acólitos se enderezaban y de la altura una luna…. le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se cerraban y abrían buscando pasar al otro lado….

Y cada vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían …. ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre…. y el vaivén de los pies del sacrificado…

Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama….Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano.

Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas.

En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras.

(Julio Cortázar, “Final del Juego”, Ed. Sudamericana, Bs.As. 1993)

 

 

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La Noche Boca Arriba

Below is a highly simplified version of the short story by Julio Cortazar.  I’ll try to add several more complex versions. 

“La Noche Boca Arriba”  Final del Juego Julio Cortazar ©1956

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La Noche Boca Arriba

Por Julio Cortázar

El hombre estuvo en el hotel.  Se dio prisa.  Disfrutaba el paseo.  Entró en su parte favorita de la ciudad.  Vio a la mujer. Frenó.  Chocó.  No podía ver.  Se despertó.  Le dolía.  Vio caras y oyó voces. Lo llevaron a él a una farmacia.  La ambulancia llegó.  Le dio su información al policía.  Una cortadura sangraba.  Lo llevaron al hospital.  Entró en la sala de operaciones.  Se durmió.  Podía oler. ….

Sabía que huía de los aztecas.  El olor fue horrible.  “Huele a Guerra” pensó.  Oyó un sonido.  Tenía miedo.  Esperó. No oyó el sonido otra vez.  Quería correr.  Olió algo muy mal.  Saltó hacia adelante.

El abrió los ojos.   Se sentía atrapado.  El brazo estaba suspendido en el aire.  Tenía una fiebre.  Tenía ganas de dormir.  Escuchó a los otros.  Vio a una enfermera.  Vio a un médico.  La noche cayó.  Todo no parecía real.  El brazo no le dolía tanto.  Podía sentirse los latidos del corazón…Bum bum bum…

Comprendía que estaba en la oscuridad.   Corría en barro.  Las ramas le rasgaron.  Paró para escuchar.  Necesita la luz para ver.  La mano del hombre subió al cuello.  Tocó su amuleto protector.   Tenía la gana de esconderse en la selva.  Pensó en los prisioneros.  Buscaban prisioneros.  Y ahora él estaba en la selva con los cazadores.  Oyó los gritos.  Vio antorchas.  Olió la Guerra.  Vio luces.  Oyó los gritos alegres….

 

“Es el fiebre”  Vio una lámpara.  Oyó unos ruidos.  No quería pensar en la pesadilla.  Examinó el brazo.  Vio una botella de agua.  No tenía tanta fiebre.  No le dolía tanto la cabeza.  Trató de recordar el accidente.  Recordó el momento cuando no podía ver.  Parecía que ese momento duró una eternidad.  Quería descansar, sin soñar.  La luz empezó a apagar, poco a poco.

El olor cambió a humedad.  La garganta se le cerró.  No podía abrir los ojos.  Estaba en una oscuridad completa.  Estaba en el suelo.  Estaba desnudo.  Buscó su amuletoPodía oír los tambores.  Oyó gritar.  Era su propio grito.  Pensó en sus compañeros.  Gritó de nuevo.  Le dolió muchísimo su brazo derecho.

 

Vio la doble puerta.  El olor llegó.  Los hombres se acercaron.  Cuatro hombres lo levantaron…Siempre boca arriba…Pasaron por la puerta.  .  Boca arriba, vio el techo.  Cuando el techo desapareció sería el fin.  Quería su amuleto.

 

 

Llegό  en hospital.   Quería gritar.  La botella de agua reflejaba la sombra azulada.  No funcionaban bien sus pulmones. Quería escapar los imágenes.  Cada vez que cerraba los ojos, los formaban.  Prefería el sueño sin imágenes.  Trató de tomar la botella de agua.. sus dedos se cerraron a nada y su boca arriba movió …

Podía ver la luna.  Cerró los ojos.  Pero cada vez que los abrían, la luna todavía estaba.  Podía ver también la piedra. Cerró y abrió los ojos, esperando despertarse.  Pensó que estaba en la cama…pero cuando abrió los ojos vio la figura con el cuchillo.  Ahora sabía que no estaba en un sueño.  Pero vivía y el sueño era el otro, absurdo como todos los sueños …en una ciudad.  Sabía que en el sueño otro hombre se acercaba con un cuchillo en la mano, mientras él esperaba con ojos cerrados…boca arriba.

Adaptado del cuento “La Noche Boca Arriba” por Julio Cortázar.

La Noche Boca Arriba

Version 2

Por Julio Cortázar

El hombre estuvo en el hotel.  Pensó “Es tarde.”  Se dio prisa.  Vio la hora.  Eran las nueve menos diez.  Disfrutaba el paseo.  Entró en su parte favorita de la ciudad.  Era muy bonito.

Vio a la mujer. Frenó.  Oyó a la mujer. Chocó.  No podía ver.  Se desmayó.  Se despertó. Le dolía. Vio caras y oyó voces. Preguntó por la mujer.  Lo llevaron a él a una farmacia.  Le dio líquido.  La ambulancia llegó.  Lo subieron.  Le dio su información al policía.

Una cortadura sangraba.  La sangre caía a sus labios.  Lo llevaron al hospital.  Su estómago le dolía mucho.  Entró en la sala de operaciones.  Alguien le acercó.   Se durmió.  Podía oler. ….

Y en ese momento sabía que huía de los aztecas.  Trató de esconderse.  El olor fue horrible.  “Huele a Guerra” pensó.  Buscó a su puñal.  Oyó un sonido.  Tenía miedo.  Esperó. Vio un fuego en la distancia. No oyó el sonido otra vez.  Dio unos pasos.  Quería correr.  Olió algo muy mal.  Saltó hacia adelante.

El abrió los ojos.  Era la tarde.  Se sentía atrapado en el sueño malo.  El brazo estaba suspendido en el aire.  Tenía sed.  No podía beber mucho. Tenía una fiebre.  Tenía ganas de dormir, pero…no quería.  Escuchó a los otros.  Respondió a preguntas de vez en cuando.  Vio a una enfermera.  Vio a un médico.  La noche cayó.  Todo no parecía real… Llegó una taza de comida.  Le dio pan…poco a poco.  El brazo no le dolía tanto.  Podía sentirse la herida de la cabeza con los latidos del corazón…Bum bum bum…

Estaba confundido.  Comprendía que estaba en la oscuridad.   Corría en un colchón de hojas y barro.  Las ramas le rasgaron.  Paró para escuchar.  Necesita la luz para ver.  Nada lo ayudó.  La mano del hombre subió al cuello.  Tocó su amuleto protector.   Habló con la Muy Alta.  La Guerra había durado tres días y tres noches.  Tenía la gana de esconderse en la selva.  Pensó en los prisioneros.  Buscaban prisioneros hasta que los sacerdotes dieran la señal.  Y ahora él estaba en la selva con los cazadores.  Oyó los gritos.  Vio antorchas…muy cerca.  Olió la Guerra.  El enemigo le saltó al cuello.  Vio luces.  Oyó los gritos alegres….

 

El otro paciente le dijo, “Es el fiebre”  Vio una lámpara en la pared.  Oyó unos ruidos.  No quería pensar en la pesadilla.  Examinó el brazo.  Vio una botella de agua.  Podía ver las camas, los armarios.  No tenía tanta fiebre.  No le dolía tanto la cabeza.  Trató de recordar el accidente.  Recordó el momento cuando no podía ver.  Parecía que ese momento duró una eternidad.  Recordó el choque violento.  Quería descansar, sin soñar.  La luz empezó a apagar, poco a poco.

El olor cambió a humedad.  La garganta se le cerró.  No podía abrir los ojos…pero no podía ver… Estaba en una oscuridad completa.  Estaba en el suelo.  Estaba frío.  Estaba desnudo.  Buscó su amuletoPodía oír los tambores.  Estaba en el templo.  Oyó gritar.  Era su propio grito.  Pensó en sus compañeros.  Gritó de nuevo.  Luchó para liberarse.  Le dolió muchísimo su brazo derecho.

 

Vio abrirse la doble puerta.  El olor de las antorchas llegó.  Los hombres se acercaron.  Tenían el pelo negro lleno de plumas.  Cuatro hombres lo levantaron…Siempre boca arriba…Pasaron por la puerta con las antorchas adelante.  Lo llevaban, era el final.  Boca arriba, vio el techo.  Cuando el techo desapareció y aparecieron las estrellas, sería el fin.  Quería su amuleto, su verdadero corazón.

 

Llegό a la noche en hospital.   Quería gritar.  En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja y reflejaba la sombra azulada.  No funcionaban bien sus pulmones. Quería escapar los imágenes en sus párpados.  Cada vez que cerraba los ojos, los formaban.  Prefería el sueño que llega al amanecer, sin imágenes.  Le costaba mantener los ojos abiertos.  Trató de tomar la botella de agua..pero no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron a nada y su boca arriba movió …

Podía ver la luna.  Cerró los ojos para no verla.  Pero cada vez que los abrían, la luna todavía estaba.  Podía ver también la piedra y el movimiento de los pies.  Cerró y abrió los ojos una vez más, esperando despertarse.  Pensó que estaba otra vez en la cama…pero cuando abrió los ojos vio la figura que venía con el cuchillo de piedra en la mano.  Cerró otra vez los ojos, pero ahora sabía que no que no estaba antes en un sueño malo.  Pero vivía y el sueño era el otro, absurdo como todos los sueños …en una ciudad donde montaba algo.  Sabía que en el sueño otro hombre se acercaba con un cuchillo en la mano, mientras él esperaba con ojos cerrados…boca arriba.

Adaptado del cuento “La Noche Boca Arriba” por Julio Cortázar.

La Noche Boca Arriba

Version 3

Por Julio Cortázar

El hombre estuvo en el hotel.  Pensó “Es tarde.”  Se dio prisa.  Sacó la motocicleta.  Vio la hora.  Eran las nueve menos diez.  Montó la máquina.  Disfrutaba el paseo.  La moto hizo un ruido con ritmo.  El viento movió contra los pantalones.  Entró en su parte favorita de la ciudad.  Era muy bonito.

Relajó demasiado. Vio a la mujer. Frenó.  Oyó a la mujer. Chocó.  No podía ver.  Se desmayó.  Se despertó. Los hombres lo ayudaron. Le dolía. Vio caras y oyó voces. Lo aseguraron. Preguntó por la mujer. Solamente tenía ella unos rasguños..Lo llevaron a él a una farmacia.  Le dio líquido.  La ambulancia llegó.  Lo subieron a la camilla.  Le dio su información al policía.

Una cortadura sangraba.  Bebió la sangre que caía a sus labios.  Lo llevaron al hospital.  Su estómago le dolía mucho.  Entró en la sala de operaciones.  Alguien le acercó.   Alguien le tocó la cara.  Se durmió.  Podía oler. ….

Y en ese momento sabía que huía de los aztecas.  Trató de esconderse.  El olor fue horrible.  “Huele a Guerra” pensó.  Buscó a su puñal de piedra.  Oyó un sonido.  Tembló.  Tenía miedo.  Esperó. Vio un fuego grande en la distancia. No oyó el sonido otra vez.  Dio unos pasos.  Quería correr.  Buscó el rumbo.  Olió algo muy mal.  Saltó hacia adelante.

 

El enfermero le habló…“Se va a caer de la cama.”  El abrió los ojos.  Era tarde…por la tarde.  Trató de sonreír pero…Se sentía atrapado en el sueño malo.  El brazo estaba en yeso, suspendido en el aire.  Tenía sed…como si corriera kilómetros.  No podía beber mucho. Tenía una fiebre.  Tenía ganas de dormir, pero…no quería.  Escuchó a los otros enfermos.  Respondió a preguntas de vez en cuando.  Vio a una enfermera con una aguja.  Vio a un médico con aparato metal.  La noche cayó.  Todo no parecía real… Llegó una taza de comida dorada.  Le dio un pedacito de pan…poco a poco.  El brazo no le dolía tanto.  Podía sentirse la herida de la cabeza con los latidos del corazón…Bum bum bum…

Estaba confundido.  Comprendía que estaba corriendo en la oscuridad.  No corrió en la calzada. Corría en un colchón de hojas y barro.  Las ramas le rasgaron.  Paró a sus rodillas para escuchar.  Necesita la luz del día para ver la calzada.  Nada lo ayudó.  La mano del hombre subió al cuello.  Tocó su amuleto protector.  Sus labios movieron.  Habló con la Muy Alta.  La Guerra había durado tres días y tres noches.  Tenía la gana de esconderse en lo profundo de la selva.  Pensó en los prisioneros. No importó  cuantos prisioneros coleccionaron.  Buscaban prisioneros hasta que los sacerdotes dieran la señal.  Y ahora él estaba en la selva con los cazadores.  Oyó los gritos.  Vio antorchas…muy cerca.  Olió la Guerra.  El enemigo le saltó al cuello.  Vio luces.  Oyó los gritos alegres….

 

El otro paciente le dijo, “Es el fiebre”  Vio una lámpara violeta alto en la pared.  Oyó unos ruidos.  Se sintió seguro.  No quería pensar en la pesadilla.  Examinó el brazo.  Vio una botella de agua.  Podía ver las camas, los armarios.  No tenía tanta fiebre.  No le dolía tanto la cabeza.  Recordó salir del hotel.  Trató de recordar el accidente.  Recordó el momento cuando no podía ver.  Parecía que ese momento duró una eternidad.  Parecía que en ese momento pasó por distancias inmensas.  Recordó el choque violento, el dolor, la sangre.  Empezó a olvidarse del sueño.  Quería descansar, sin soñar.  La luz violeta empezó a apagar, poco a poco.

Dormía a su espalda cuando se despertó.  El olor cambió a humedad.La garganta se le cerró.  No podia abrir los ojos…..no…podia abrirlos…pero no podia ver… Estaba en una oscuridad completa.  Estaba en el suelo.  Estaba frío y húmedo.  Estaba desnudo.  Buscó su amuleto ….pero no estaba.  Sabía que estaba perdido.  Podía oír los tambores.  Estaba en el templo…Esperando su turno.  Oyó gritar.  Era él, su propio grito.  Gritó porque estaba vivo.  Su cuerpo se defendió del final inevitable.  Pensó en sus compañeros.  Gritó de nuevo.  Luchó para liberarse.  Le dolió muchísimo su brazo derecho.

 

Vio abrirse la doble puerta.  El olor de las antorchas llegó ..antes de su luz.  Los hombres se acercaron.  Las luces se reflejaban en sus torsos.  Tenían el pelo negro lleno de plumas.  Tenían manos duro como el bronce.  Cuatro hombres lo levantaron…Siempre boca arriba…Pasaron por la puerta con las antorchas adelante aalumbrando  el corredor.  Lo llevaban, lo llevaban,  era el final.  Boca arriba, vio el techo, muy cerca.  Él se dio cuenta de que cuando el techo desaparecióc y aparecieron las estrellas, sería el fin.  Quería su amuleto, el centro de su vida, su verdadero corazón.

 

Salió de un brinco a la noche en hospital con el cielo alto.   Quería gritar pero los otros dormían.  En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja y reflejaba la sombra azulada de los ventales.  No funcionaban bien sus pulmones. Quería escapar los imágenes pegados a sus párpados.  Cada vez que cerraba los ojos, los formaban instantáneamente. Prefería el sueño profundo que llega justo al amanecer, sin imágenes, sin nada. Le costaba mantener los ojos abiertos. Hizo un último esfuerzo, trató de tomar la botella de agua..pero no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron a nada y su boca arriba movió sin sonido…

Podía ver la luna.  Cerró los ojos para no verla y los abrió buscando ver otra cosa.  Pero cada vez que los abrían, era la noche y la luna todavía estaba.  Podía ver también las hogueras, rojas columnas y podía ver también la piedra roja brillante de sangre y el movimiento de los pies del sacrificado.  Cerró y abrió los párpados una vez más, esperando despertarse de este sueño por un segundo pensó lo logró..que estaba otra vez inmóvil en la cama…pero podía oler la muerte y cuando abrió los ojos vio la figura del sacrificador que venía con el cuchillo de piedra en la mano.  Cerró otra vez los párpados, pero ahora sabía que no soñaba antes, que estaba despierto, que no estaba en un sueño malo.  Pero que vivía y el sueño era el otro, totalmente absurdo como todos los sueños…un sueño donde estaba en…en una ciudad desconocida con luces verdes y rojas que no produjeron humo ni fuego donde montaba algo, algo como un insecto grande de metal que zumbaba bajo sus piernas.  Sabía que en el sueño otro hombre se acercaba con un cuchillo en la mano, mientras él esperaba con ojos cerrados…boca arriba.

Adaptado del cuento “La Noche Boca Arriba” por Julio Cortázar.

 

 

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